Éste es quizá el formato más popular de todos, quizá porque es el más dinámico o, como el de la entrevista, es de los más simples. Por supuesto, el encanto está en que el oyente siente que está escuchando o incluso participando de una conversación entre amigos, lo que lo puede hacer más digerible o incluso entretenido.

La idea es tener al menos dos conductores para que sea una conversación, algunos podcasts pueden tener más, pero cuando hay demasiada gente compartiendo el micrófono se hace complicado para el escucha el saber quién dice qué. Peor aún si toca grabar utilizando Skype o Facebook calls porque no pueden reunirse todos en un mismo lugar para grabar. No todos tendrán la misma calidad de conexión o de micrófono y el audio se escuchará disparejo, lo que puede resultar molesto después de un rato, especialmente al momento de editarlo, aunque eso es opcional.

Claro, está la gran ventaja que, como conductor, uno tendrá con quién interactuar y en quién apoyarse si se te acaban las ideas en algún momento. Además, al no tener una estructura muy elaborada, no requerirás demasiada preparación (que no quiere decir que no la haya), bastaría con tener un resumen sobre el tema que tratarás y todo será cosa de dejar fluir la conversación. A eso suma el que tendrás ayuda extra para producir, editar y promocionar el programa.

Recuerda que, más allá del tema que vayan a tratar en cada episodio de tu podcasts, tus oyentes escucharán porque les gustan las personalidades de los conductores y cómo es que interactúan entre sí. Ahí está la gracia.